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El símbolo de la decadencia


Lo que en antaño fue una de las sedes políticas más importantes de los últimos años, hoy es una casa abandonada a punto de ser demolida. Sin ventanas, rodeada de carteles que indican la llegada de una nueva obra, todavía se logran ver en el primer piso algunos carteles políticos que recuerdan a gloriosas batallas disputadas en la vieja arena política cordobesa.


No es extraña la coincidencia entre esta triste imagen y la realidad política que vive Luis Alfredo Juez.


Es historia


Hace 12 años atrás, surgía un nuevo movimiento político que buscaba representar a una porción del electorado que había dejado de confiar en las viejas estructuras que dominaron la política cordobesa desde el regreso a la democracia. El contexto exigía un cambio en la cultura política provincial y el Partido Nuevo, era por lo menos desde el punto de vista discursivo, la alternativa de la coyuntura.


No era casual que la figura central que ocupó la escena política de aquellos años, haya sido un fiscal anti-corrupción que había denunciado en reiteradas ocasiones al Gobernador de turno.


Demostrando firmeza a la hora de elegir sus palabras, con un discurso claro, conciso y bien popular, Luis Juez era un “cordobés más”; como el verdulero de la esquina, como el limpia vidrios o como el almacenero. Hacía chistes y lograba la atención ininterrumpida de los oyentes sin importar el tema del que hablara. Una verdadera ventaja para un político que hasta ese momento, era poco más que un desconocido.


Gracias a aquellas características que lo diferenciaban de la “vieja política” como a él le gustaba mencionar, pudo construir su propia imagen e instalar la agenda política del momento con una gran adhesión de los medios de comunicación, que encontraron en él un buen producto para generar rating. Algo raro en la política.


Esto le permitió armar en tiempo récord una lista aceptable que lo acompañaría en sus primeras elecciones para disputar la intendencia de la Ciudad de Córdoba en el año 2003. El resultado era claro: Luis Juez fue elegido por el 60 % de los votos.


Pero lo cierto es que gobernar no es una tarea fácil, o por lo menos, mucho más difícil que la función que cumplió con antelación, donde bastaba con encontrar inconsistencias en los libros contables y utilizar un discurso convincente ante las cámaras, no tanto para lograr resultados judiciales pero sí para construir una imagen con proyección electoral.


Pero no faltó mucho tiempo para que los cordobeses empezaran a recibir noticias de que aquel “hombre de la nueva política”, no era en realidad tan diferente a los demás. Nombró en la planta municipal a miembros del Club Atlético Talleres de Córdoba (del cual es hincha), familiares de amigos y “jóvenes con ganas de trabajar”. El problema, es que al finalizar su gestión llegó a nombrar a más de cuatro mil empleados y a ocupar más del 65% del presupuesto municipal destinado al pago de empleados estatales.


Desde la construcción política, su práctica es entendible. Cualquier hombre con intención de buscar la gobernación de la segunda provincia más importante del país necesita una estructura electoral sobre la que apoyar sus aspiraciones. Otra cosa por supuesto, es la opinión de quienes no comparten bajo ningún punto de vista que el dinero de sus impuestos se destine a construir un partido político para satisfacer los intereses de un dirigente.



Pero Juez rápido de reflejos, entendió que la oportunidad de haber asumido la intendencia luego de la peor gestión municipal de la historia, haría difícil la tarea de que el electorado juzgara con rigor su tarea de gobierno. Y así fue, Luis Juez se animó a disputar la gobernación de Córdoba aunque esta vez, con un resultado inesperado.


En una elección cargada de dudas, un fuerte apoyo popular avaló la denuncia de fraude y acompañó a su candidato en una multitudinaria marcha exigiendo justicia. Fue la cima de la gloria. Si bien Juez había perdido la elección, se había convertido en una víctima del sistema político corrupto que dominaba la provincia desde el regreso de la democracia y fortalecía su posición como el hombre del momento.


Ahora fuera de las responsabilidades de gobierno, todo dependía de cómo aprovechara esta coyuntura. Su partido, le quitó el rol histórico que la UCR ocupaba cuando no le tocaba gobernar y se convirtió en la segunda fuerza provincial.


Conflictos internos y externos


Una inesperada disputa entre Luis Juez y su amigo de años el ex Intendente Daniel Giacomino, alejó la posibilidad de que el Frente Cívico como estructura política pudiera seguir subsistiendo con parte del presupuesto municipal. Fue un momento difícil, ya no había cargos para engrosar las filas de su partido y en las malas se vería quiénes compartían realmente su visión de hacer política.


Los resultados no tardarían mucho en llegar. A medida de que Luis Juez se alejaba cada vez más de la posibilidad de ocupar un cargo ejecutivo en el gobierno, más “militantes” abandonaban la pelea contra la “vieja política”. Pocos quedaron. Algunos hombres y mujeres honrados acompañaron desde la legislatura de Córdoba a su solitario líder, pero ya sin una estructura que les permitiera consolidar un proyecto político claro más allá de la figura del propio Juez.


En este contexto se fue desarmando un interesante frente progresista que pudo hacer historia en la Provincia de Córdoba.


Esperando el milagro


Con un Luis Juez cada vez más solo y sin una estructura que lo respaldara, sólo dependía de su imagen y un hipotético porcentaje electoral si se presentaba a elecciones. Pero lo cierto es que solo no llegaba y fue buscando en distintos partidos alianzas que le permitieran cumplir su sueño de ser gobernador.


Fue así que en el año 2011, se dio en el seno del radicalismo un histórico debate que había planteado su Presidente Mario Negri, con el objeto de lograr un acuerdo electoral con el líder del Frente Cívico.


La intransigencia partidaria frustró aquella posibilidad refrescando la memoria de los congresales acuerdistas, remarcando que aquel hombre que los había ido a buscar, no sólo había bastardeado la honorabilidad del centenario partido, sino que también había fundido la Municipalidad de Córdoba.


Tras el acuerdo frustrado, la UCR volvía a ser para Luis Juez, todo lo detestable que siempre había sido antes de ir a buscarlos, pero esta vez con una diferencia; Ramón Javier Mestre gobernaba la Ciudad de Córdoba y comenzaba a liderar el rumbo de la UCR.


El enemigo dejó de ser su ex amigo Daniel Giacomino, Oscar Aguad y José Manuel de la Sota. Ahora el rival a vencer era Mestre.



¿Último capítulo?


Después de pulular por distintas oficinas buscando sobrevivir a la vida política, Juez cayó una vez más en otra contradicción. El candidato de derecha al que había condenado por su origen empresario y por bancar ideológicamente al neoliberalismo en los 90, se convertiría en su nuevo jefe. Mauricio Macri, era el paraguas bajo el cual se protegería ahora, pero tenía un escollo que superar. El acuerdo del Pro con la UCR, bloqueaba la posibilidad de que él fuera el único interlocutor de peso en la provincia y cerraba las puertas de una negociación que posibilitara al Juecismo, volver a desembarcar en el Palacio Municipal.


Torció el timón y retomando la batalla, decidió no sin antes volver a contradecirse con su feroz lengua, aliarse con Olga Ruitort. Nada más y nada menos que aquella persona a quien se cansó de acusar de corrupta y a quien hasta llegó a denunciar penalmente.


Hasta ahora, los números en las encuestas no le son favorables.


Después de pelearse con todo el arco político de la Provincia de Córdoba y después de desconocer todo tipo de acuerdos, Luis Juez se encuentra frente a la que quizás sea su última batalla electoral. Ya no es el personaje simpático que parecía al principio y tampoco un hombre de la nueva política. Sus contradicciones permanentes a lo largo de sus más de 15 años de carrera mediática hicieron que la ciudadanía le quitara la confianza que le otorgó al comienzo de su carrera.


El momento de las autocríticas no tardará en llegar aunque quizás ya sea tarde. Un resultado desfavorable lo colocaría en una posición difícil de escapar. ¿Sobrevivirá?


Lo sabremos poco tiempo después de las elecciones municipales.

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