La "gran estafa". Ensayo sobre la Crisis mundial (Parte I).
Desde la caída del Lehman Brothers y el inicio de la última crisis capitalista, en el año 2008, se ha desatado una serie de pestes bíblicas sobre la totalidad de la humanidad sin excepción. La debacle iniciada en EEUU viajó rápidamente a Europa y contaminó, finalmente, a todo el corazón del capitalismo internacional. Como consecuencia necesaria, todos los países periféricos se vieron afectados, obviamente, de forma desigual, pero mostrando combinaciones de los mismos elementos de formas novedosas.
Corriendo el riesgo de resultar muy extensa, esta nota persigue al menos dos objetivos. En estos tiempos de ultra comunicación donde la masividad y la velocidad conspiran contra ciertas potencialidades del lenguaje, lo primero es reivindicar el ejercicio de desarrollar postulados críticamente y elaborar planteos generales y propositivos, que abran discusiones más que cerrarlas. Y eso requiere, antes que nada, espacio en caracteres y tiempo del lector. La ultra comunicación tiene innumerables ventajas, nadie puede ser tan obtuso de negarlas, pero contradictoriamente, tiene desventajas muchas veces peligrosamente soslayadas, que resultan evidentes cuando las necesidades políticas del momento exigen avanzar en discusiones cada vez más importantes, dificilísimas de encajar en 140 caracteres, pero no por ello menos urgentes.
El segundo objetivo consiste, en el sentido de lo dicho arriba, en mostrar cómo los discursos políticos de la burguesía contemporánea están tan intensamente dislocados de la realidad, como profunda es la crisis de dominación que los carcome. Las cosas que dicen los guardianes del statu quo, son de tan baja estofa que revelan la intensidad de la contradicción entre lo que pretenden hacer creer que es y lo que es. La batalla por la crítica política rebasa los límites de ciertos soportes tecnológicos, sería tan obtuso negar ésto como lo anterior. Y constreñir las discusiones bajo la excusa de los medios por los que discurre es una maniobra antidemocrática que atenta contra la libertad de expresión. Por ende vamos a hacer todos los esfuerzos por tensionar al máximo esa dialéctica cantidad-calidad, apuntando a expresar con claridad nuestras ideas, destilando todo lo posible el texto para acortarlo, pero sin que corra el riesgo de no ser comprendido. Ahora sí.
Crisis en el corazón del imperio.
En EEUU las consecuencias de la crisis no sólo fueron miles de gentes sin casa y de casas sin gente, sino una profunda extensión de la pobreza; y la exaltación de la agresiva política internacional dominante, junto a una agudización de las mismas internas en las que vive esa sociedad. Con la desocupación por el freno económico y los ajustes a los magros presupuestos que el estado como institución por antonomasia destinada a garantizar derechos elementales como la salud y la educación, se configura un panorama de pauperización creciente. Ni hablar de los niveles de violencia interpersonal resultante de esa violencia institucional. La masacre de Orlando es un pequeño botón de muestra de los resultados de más de 200 años de una república liberal-democrática que deposita en el individuo todas las responsabilidades civiles… y en el mercado las sociales.
En la UE, por su parte, los enormes ajustes fiscales que llevaron adelante las grandes potencias redujeron –y siguen reduciendo- los niveles de vida de las grandes mayorías de sus ciudadanos. Como efecto necesario de estos ajustes se endureció la política migratoria, lo que convirtió al norte africano y a medio oriente en un polvorín que no tardó en estallar. Las revoluciones políticas nacionales que constituyeron la Primavera Árabe se alimentaron del caldo de conflicto social que significó que esas economías dejaran de exportar a Europa los brazos que sobran adentro. El mediterráneo se transformó en una macabra fosa común en la que yacen los expropiados de todo, cuando se les expropia lo último. La muerte los asalta cuando huyen desesperados de las guerras de rapiña, de la miseria programada por siglos de saqueo imperialista. No hay rincón en el planeta cuyos habitantes no puedan reclamar algún tipo de resarcimiento histórico a la UE o EEUU.
Latinoamérica.
En nuestra región la crisis tomó su tiempo en impactar, generando paulatinamente el ocaso de los gobiernos “populistas” o “nacionales y populares”. Estos gobiernos –grosso modo- se montaron en una coyuntura favorable en la que se combinaron unas condiciones de mercado internacional excepcionales y las reformas políticas hechas a economías nacionales exhaustas por las crisis de los modelos neoliberales. Pudieron, los gobiernos, hacer concesiones económicas importantes al movimiento de masas basados exclusivamente en esta coyuntura. En ningún caso se tocaron, o se tocaron lo suficiente, los principales resortes económicos y políticos de los que depende la independencia económica y la emancipación política nacional y regional del imperialismo.
Durante los inicios de la crisis, al menos en Argentina, se nos repetía incesantemente que estábamos “aislados de la tormenta”, pero no tardó en manifestarse la ley de hierro del mercado mundializado. La insostenibilidad económica de los modelos “progresistas”, basada en la inconsecuencia cómplice de los partidos gobernantes, creó las condiciones para cambios de signos políticos, por medios electorales o no. En estos últimos casos, los portadores de las banderas de la República clavaron sus garras y dientes en la carne misma de su República, bajo la excusa genérica de salvarla de males peores.
No es la idea extenderse en cada situación particular. Un vistazo a la región basta para corroborar lo dicho. Chile, Paraguay, Honduras, Brasil, Ecuador, Argentina, Venezuela, Bolivia, etc. Cualquier ejemplo merece un artículo propio. No es este el caso.
Surfeando la realidad social sin tocarla.
La bancarrota de las hipotecas subprime implicó la rotura de un orden internacional centenario. De hecho, el banco en cuestión (Lemhan Brothers) había sido fundado en 1850, época en la que el capitalismo industrial comenzaba a fundirse con capital el bancario, produciendo avances y transformaciones en la sociedad que aún persisten. El actual orden mundial capitalista viene configurándose hace varios siglos, pero es desde fines del s. XVIII -con la conquista del poder político por parte de la burguesía francesa- que el poder económico del capital, da el salto necesario al poder político del capital. Un poder capaz no sólo de proteger, en un principio, a la burguesía como clase propietaria y sus privilegios, sino de imponer mediante el derecho positivo sus preceptos, prescripciones y principios de organización social a todo el resto de la sociedad –por las buenas o por las malas-.
Sin embargo, este proceso significó un avance relativo para la sociedad de conjunto. El espíritu de la época está inmortalizado en estos párrafos de Les Misérables, de Víctor Hugo. Las ideas con y por las que la burguesía –revolucionaria entonces- luchaba contra uno de los tantos intentos de restauración del viejo orden aristocrático y medieval brotan de una arenga que Enjolras, un joven revolucionario, dirige a la última barricada parisina de 1832:
“Ciudadanos, ¿se imaginan el porvenir? Las calles de las ciudades inundadas de luz, ramas verdes en los umbrales, las naciones hermanas, los hombres justos, los ancianos bendiciendo a los niños, el pasado amando al presente, los pensadores en plena libertad, los creyentes en plena igualdad, por religión el cielo, Dios sacerdote directo, la conciencia humana convertida en altar, no más odios, la fraternidad del taller y la escuela, como penalidad y como recompensa la notoriedad,el trabajo para todos, el derecho para todos, la paz para todos, no más sangre vertida, no más guerras, las madres dichosas! Sojuzgar a la materia es el primer paso; realizar el ideal, el segundo[1].”
A ese ideal, que Víctor Hugo puso en boca de Enjolras, se refieren los políticos demócratas republicanos de hoy en día, y toda la élite del poder imperial, con una hipocresía que no parece conocer fondo. Sus cánticos, cada vez más hermosos y elaborados al “progreso de la humanidad” pero en un solo tono, desafinan horriblemente con la realidad. La lectura de cada oración del fragmento citado desata, como una inevitable reacción del intelecto, una revisión mental de acontecimientos contemporáneos que la contradice, que señala cuán errada estaba esa proyección de porvenir hecha en la barricada. Y que hace sospechar, además, que ese yerro no es realmente tal, sino un rumbo consiente e impuesto a la humanidad por la burguesía.
No somos partidarios de la retórica emocional. Más bien tratamos de contrastar con claridad las ideas que estamos exponiendo. Por si quedara alguna duda vamos a tomar otro párrafo de Enjolras, sobre qué significaba la República Burguesa en los años de Víctor Hugo:
“Ciudadanos: el siglo XIX es grande, el siglo XX será dichoso. Nada habrá entonces que se asemeje a la vieja historia; ya no habrá que temer, como al presente, una conquista, una invasión, una usurpación, una rivalidad de naciones a mano armada, una interrupción de civilización que dependa de un casamiento de reyes, un nacimiento en las tiranías hereditarias, un reparto de pueblos por disposición de un congreso, un desmembramiento por la caída de una dinastía, un combate de dos religiones que se enfrentan como dos machos cabríos de la sombra en el puente del infinito; ya no habrá que temer el hambre, la explotación, la prostitución por miseria, la miseria por desocupación, ni el cadalso, ni la espada, ni las batallas, ni todos los pillajes del azar en la selva de los acontecimientos. Casi se podría decir: ya no habrá acontecimientos. Se será feliz. El género humano cumplirá su ley como el globo terrestre cumple la suya; se restablecerá la armonía entre el alma y el astro. El alma gravitara alrededor de la verdad como el astro alrededor de la luz[2].
Esto último se estrella de frente y a toda velocidad contra los balbuceos de nuestros caricaturescos demócratas contemporáneos. Parecen haber tomado al pie de la letra lo diametralmente opuesto a lo que escribe Hugo. Incluso la idea de que no habrá más acontecimientos fue el leit motiv de los que festejaron la caída del muro de Berlín y la muerte del comunismo como alternativa al capitalismo, ¡poco tiempo antes de la invasión a Irak y la 1º guerra del Golfo! ¿No siente el lector, tal como nosotros al leer esas líneas, la sensación de estar siendo víctima de una estafa de lesa humanidad consumada en dimensiones sociales y generacionales, a lo largo y ancho del mundo y de la historia?
[1]-[2] Parte V: Jean Valjean. Libro Primero: La guerra entre cuatro paredes. Capítulo V: El horizonte que se ve desde lo alto de la barricada. Tomo III. Los Miserables, 1862, Víctor Hugo.
* Militante del MST - Nueva Izquierda, Córdoba.