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Sofía Toribio, el arte de la naturaleza en todos sus aspectos.


Cuando la resistencia a las consecuencias de la posmodernidad se entremezclan en la búsqueda permanente de una identidad artística y personal vinculada a lo esencialmente trascendente, no caben dudas que estamos ante una historia fascinante.


En un rincón de Villa María, una joven artista escuchó alguna vez una historia que la movilizó por la crudeza de los conceptos concebidos sobre nuestros antepasados y cómo la imposición de conceptos de civilizaciones extranjeras condicionan el reconocimiento de nuestros propios valores ancestrales.


Una tarde familiar, su madre le contó a Sofía Toribio las palabras que su bisabuela repetía cada vez que se enojaba por las conductas impropias del temperamento familiar. Para aquel personaje duro y pintoresco, aquellas acciones eran consecuencia de la mala mezcla que llevaban en la sangre. Es que algún mestizo audaz se entrecruzó en la vida familiar de aquel linaje y como en una novela romántica donde el amor que siempre todo puede, borró las fronteras de la discriminación casi inconsciente propia de la cultura occidental.


A Sofía estas palabras la inquietaron. Lejos de tomarlo como algo pasajero y gracioso, generó en su interior un desequilibrio espiritual que la llevó a comenzar una búsqueda que aunque sin pensarlo, la vincularía para siempre con su arte más puro.


Fue aquella anécdota la que movilizó la incansable búsqueda de sus antepasados ¿De dónde venía? ¿Qué mezcla extraña de culturas se imponían en su mirada para contemplar el arte como parte inseparable de la naturaleza? ¿Europa o Latinoamérica?, o ¿Europa y Latinoamérica?


Lo cierto es que en ambos continentes encontró cosas que irían definiendo su personalidad artística. Pero un indudable punto de inflexión en su decisión sobre lo que quería hacer se dio en la República del Perú, la mezcla perfecta de civilizaciones que marcó la cristianización impuesta por la dominación colonial y la supervivencia de una cultura propia, enraizada con su propia tierra, con sus propios valores y con sus propios ancestros.


En aquél maravilloso lugar, encontró la fórmula perfecta para descubrir que era posible armar una paleta completa de colores sin necesidad alguna de requerir de productos químicos que significaran un aporte sostenido a la contaminación ambiental. Sofía entiende que es necesario evitar seguir recurriendo a las grandes industrias químicas por su innegable aporte a la destrucción del medio ambiente ¿Cómo no entrar en una contradicción si utiliza acrílico y a su vez pregona el cuidado ambiental?


Ninguna obra puede impregnar alguna pintura por más bella que sea, el equilibrio necesario entre un espíritu, la naturaleza, la forma, los colores y la sonoridad que transmiten las pinturas naturales. Sofía puede darse el lujo de afirmar conceptos tan fuertes. Es que no solo fue buscando las formulas para que solo la naturaleza sea parte de una obra integral que exprese su personalidad, sino que también lo logró. La tierra, la flora y el agua, formarían una mezcla indescriptible para lograr en cada cuadro, una historia que uniera la experiencia del artista en la búsqueda incansable por extraer de la naturaleza un color deseado, junto a una estética que permitiera transmitir al sujeto cultural la conjugación de todos los factores que están sellados una obra. “Cada cuadro, cada color, cada elemento, le aporta una sonoridad que permite transportarse al medio ambiente de donde provienen”, sostiene Sofía con cierto orgullo. No es para menos, no existen muchos artistas que se propongan el desafío de buscar alternativas a las técnicas convencionales de la pintura y que además, signifiquen un aporte inclaudicable al cuidado del medio ambiente.


Sin embargo, su contacto con las aquel grupo de 5 mujeres llamadas las “cuidadores de la vida” que le enseñaron la fórmula para hacer el papel para sus pinturas, las “comunidades nativas” que le permitieron unir sus creencias junto a un sentido espiritual, las “líneas de energía” encontradas en la tierra y sus distintos colores, plantean un desafío para quienes se paran al frente de sus pinturas.


“¿Es posible juzgar de la misma manera un oleo que a mi obra natural?”, se pregunta sin preocupación.


Lo cierto es que son parámetros distintos. En uno, solemos encontrar la belleza propia de la expresión cultural y artística de lo dado, con elementos fabricados que no requieren más que ir a un negocio y pagar a cuenta lo que se utiliza para expresar lo que el artista siente. En el otro, se necesita abstraerse del mundo común, donde todo se paga, donde todo se compra, donde todo se adquiere con poco o mucho esfuerzo.


Saber entender que cada color fue una larga búsqueda, un contacto con la naturaleza, con una comunidad, con una persona y obtener la tranquilidad de estar observando una obra en la que no solo existe belleza, sino coherencia, nos lleva a transmitir un mensaje trascendente: “cuidar el medio ambiente y valorar el arte en todas sus formas”.


Los ríos, las piedras, las flores, las plantas, los pigmentos y sus colores, van a seguir siendo los elementos fundamentales de esta técnica que Sofía tiende a perfeccionar. Ella vive del arte. Sin embargo carece de egoísmo alguno. Esta dispuesta a plasmar en un libro las formulas que le permiten lograr sus colores, acompañado de sus historias vividas para quienes puedan comprarlo. Pero para aquellos que no tienen un centavo, tendrán acceso a un archivo PDF gratuito, ya que para esta artista villamariense, la cultura no es solo un derecho, sino también una libertad.



Podes seguir a Sofía Toribio en su fan page: https://www.facebook.com/Sof%C3%ADa-Toribio-Artist-196071253913885/


* Foto de Nota (Agustín Castellanos): "Buscadora de colores" 100 x120 cm. Técnica: Papel de fibra de coco, caña y plátano, producido en Chazuta (Perú, 2015); hilo de algodón orgánico hilado a mano en la Comunidad de Chiriyacu y San Roque de Cumbaza (Amazonas, Perú); textiles de algodón teñidos con tintes de flores, frutos, hojas, cortezas y raíces de Perú y Argentina; "pintura ecológica al agua" realizada a partir de pigmentos minerales (tierras de colores) recolectadas en distintas expediciones en la Región Amazonas (Perú) y médium vegetal (resina de Aguaribay o jugo del bulbo de una planta tropical); sobre lienzo - 14 frascos de vidrio con muestras de los pigmentos minerales recolectados - Carta de colores de pigmentos vegetales de Perú y Argentina - Pincel de pelo humano y madera.


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