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Solo un hombre más


La historia argentina tiene una conocida relación de idas y vueltas con la Iglesia Católica Apostólica Romana. Desde el desembarco Español en 1492 hasta la consolidación de los estados modernos en Latinoamérica, la iglesia fue un factor determinante de control social, de eliminación de características culturales propias e incluso, responsable del diseño institucional de políticas educativas y jurídicas.


Desde el punto de vista del individuo occidental y cristiano, esta religión posibilitó el riego de la civilización en nuestro continente ya que la “barbarie” que habitaba en nuestro territorio, no era digna de la aceptación de la Doctrina Eclesiástica del S. XV. Esta visión quizás se haya flexibilizado un poco en la actualidad frente a la sensibilización que la pantalla televisiva aportó en algunas ocasiones, donde la pobreza extrema a la que siguen sometidos sirvió para pegarle a algún gobierno que no fuera del agrado de los grupos empresariales que manejan los medios.


Sin embargo, tras el interés de importantes políticos argentinos, se generaron grandes logros en la eliminación del catolicismo como elemento de dominación cultural, aunque esto no significara la revalorización de las características propias de nuestros pueblos originarios. La civilización en el S.XIX, dejó de pasar por la religión y abrió paso a la Ilustración; al conocimiento de la filosofía y la ciencia occidental como parámetro social de culto. Aquellos años fueron los de la histórica Ley 1420. Aquella en la que se promovió la educación laica, libre y gratuita.


Pero la puja entre el Estado y la Iglesia no tardaría en hacerse visible y ganar la pulseada. Tras las presiones jurídicas y religiosas bajo el argumento de reparación económica que significó la expropiación de bienes de la Iglesia por parte de Bernardino Rivadavia, se incluyó en el Art. 2 de la Constitución Nacional de 1853, el sostenimiento del Culto Católico Apostólico Romano. Este artículo de la Constitución, que también sostenido en la reforma de 1994, le provoca al Estado Argentino, erogaciones difíciles de conocer en la actualidad, ya que desde que el Papa Francisco fue elegido, los medios de comunicación y la política argentina, dejaron de hablar de ello.


Pero el trasfondo de la discusión, no se centra solo en los costos que la iglesia supone para todos los argentinos a pesar de que sólo un 23.8% de los habitantes concurren habitualmente a ceremonias de su culto (el 60% de ese porcentaje, son evangélicos), según una encuesta realizada por el CONICET en el año 2008. La discusión de fondo pasa por la influencia que la Iglesia Católica provoca en las decisiones políticas y jurídicas en nuestro país.


El debate sobre aborto, eutanasia, inseminación artificial, matrimonio igualitario, reconocimiento de derechos a minorías sexuales y otros temas que ponen en tela de juicio la moral religiosa del catolicismo, son automáticamente anuladas por los medios de comunicación y por la clase política, salvo en aquellos casos donde la maduración social a través de sus movilizaciones, provocó el derrumbe del lobbie clerical.


“Los estados confesionales terminan mal. Eso va contra la historia”, sostuvo paradójicamente el Papa Francisco en una entrevista realizada por la revista católica “La Croix” en mayo de este año.


“La convivencia pacífica entre las distintas religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”. Pero en nuestro país, alejado de todo conflicto religioso visible, la apuesta gira en torno a la convivencia política; y es ahí, donde el Papa, ejerce un claro desequilibrio del cual no se mantiene al margen.


El ex Cardenal Jorge Bergoglio, aceptó la peregrinación de figuras políticas, mediáticas y hasta jueces argentinos, que viajaron esta semana a la Cumbre de Jueces organizada por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales.


Nada más y nada menos que aquellos que deben comportarse imparciales ante la aplicación de las Leyes, peregrinaron ante el templo sagrado de la intolerancia ante cualquier interpretación que se oponga a la profesada por la iglesia.


Pese a las declaraciones de Víctor Manuel Fernández, rector de la UCA, quien sostiene que el Papa interviene sólo en aquellos casos donde se debate sobre inclusión y paz social, sus reuniones secretas con jueces y políticos argentinos, dejan abierta la posibilidad a que existan operaciones mediáticas, políticas y religiosas respecto de la política nacional.


¿Por qué poner en tela de juicio el comportamiento del Jefe de la Santa Sede? La respuesta es por qué no hacerlo. Que el Papa y la obediencia mediática de la política argentina están lejos de promover el Laicismo tan proclamado es obvio, sin embargo, ¿también son obvias las intenciones desinteresadas de tantas reuniones del Clero con jueces y políticos argentinos?


Estamos lejos de saberlo, lo que sí podemos afirmar con toda seguridad, es que las intenciones de inclinar la balanza para un lado y otro, son inherentes a todo ser humano. Después de todo, no todo católico es un santo y nuestro papa, solo es un ser humano más.

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