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Los libros quemados. Ensayo sobre la crisis mundial. (Parte II).


Las discusiones morales sobre los “excesos” o “desviaciones” del capitalismo, sobre el “pecado” de la codicia y la usura, están siendo utilizadas para tapar la verdadera discusión sobre la necesaria alternativa al capitalismo. Tanto es así cuanto que los discursos de la dirigencia política y empresarial huelen a libros quemados, están preñados de impotencia histórica, que siempre es perversa. Para sostener al capitalismo como la única forma de organización social posible apenas pueden hablar de la realidad concreta. Cargan las tintas en el ideal de democracia. Todo lo demás depende de cada uno de nosotros.


Esta forma de razonamiento tiene la enorme ventaja (para ellos) de enmascarar el problema de los resultados históricos del capitalismo para la humanidad, el problema de la miseria, de la tragedia de la guerra, de la barbarie, etc., con un discurso moral individual, sobre el deber ser del capitalismo. Plantean los problemas más importantes dentro de las posibilidades de acercarnos al ideal, de reparar al sistema, como si fuera un juego en el que los jugadores que cumplen las reglas se indignan ante los jugadores que no solo violan las existentes sino que crean las suyas propias, y únicamente conciben como solución, aquellos indignados, que se vigile estrictamente el cumplimiento de unas abstractas leyes ¡escritas por sus verdugos!


Como un último intento de graficar claramente la profundidad y extensión de esta estafa vamos a tomar ideas de la astronomía.


¿Política y Astronomía? Sí, sí.


Como intentamos graficar arriba, hace más de dos siglos que la distancia que hay entre el ideal de Enjolras, de democracia republicana -más o menos liberal, más o menos “progresista”- al que pretenden conducirnos todos los políticos demócratas republicanos sin excepción, y la realidad desde la cual parten según sus caracterizaciones, se mide en unidades astronómicas. En el campo de la astronomía y la astrofísica las distancias entre los fenómenos observados son tan grandes que se miden tomando como unidad la cantidad de espacio que un rayo de luz recorre durante un año. La unidad en cuestión, en desuso ya, se llama año luz, y equivale a algo así como a 9,46 x 1012 kilómetros. Para simplificar, un “9” seguido de doce “0”. Muchísimos kilómetros. En el campo de la política revolucionaria se hacen todos los esfuerzos para que la distancia entre la realidad y lo que se interpreta de ella sea la menor posible, aún a sabiendas de que nunca podrá ser anulada por completo.


Entonces, las defensas airadas y vehementes a un sistema criminal sólo pueden apoyarse en principios, metáforas y explicaciones que erran años luz las causas reales de lo que intentan describir. Ni hablar de cuando esas defensas intentan pasar a la ofensiva, señalando rumbos a seguir, cambios que hacer para salir de la crisis. En estos casos se combinan yerros astronómicos en la caracterización de la situación con otros yerros de similares características en las líneas de acción trazadas para engarzar acciones de gobierno. Los resultados no pueden ser menos ridículos e insolentes de lo que son.


Resulta indignante, por ejemplo, oír a los voceros de los partidos políticos europeos y norteamericanos que durante la historia moderna se sirvieron de las rentas del saqueo colonial bajo las banderas de la Liberté, la Égalité y la Fraternité, hoy en día alegar cuestiones de “seguridad nacional” para prohibir la entrada de inmigrantes y refugiados, que pretenden aunque sea “darle una probadita” a esa sociedad que los invasores, torturadores y saqueadores de sus abuelos dijeron llevarles.


En otro plano, ante el cenagal de casos de corrupción en el que estamos sumergidos desde hace un tiempo –desde Lehman Brothers hasta los Panama Papers como referencia mundial- la cáscara argumental de los sostenedores del régimen se deshace. Intentan disolver las características propias del capitalismo como sistema social en millones de responsabilidades individuales. ¿O alguien se atreve a defender seriamente la idea de que tener una empresa offshore no implica comisión de delito? Muestran cabalmente la bancarrota política e ideológica de la casta política que sostiene la dominación de la clase burguesa, a su vez, en bancarrota económica.


Estas bancarrotas se combinan en una dialéctica que intensifica al máximo, en estos tiempos, las contradicciones y las posibilidades de maniobrar. Los márgenes de hipocresía que administra la casta política son cada vez menores en la medida en la que las necesidades económicas de la clase burguesa implican el empobrecimiento de millones. Y la experiencia política de estos millones avanza también, alimentada por las miserias que les causa la política económica de la burguesía en general.


La casta política, también en crisis.


Es claro que, ante semejante panorama, no es sencilla la tarea de esta casta. ¿Cómo convencer a millones de que lo mejor que nos puede pasar es empobrecernos y aceptar mansamente una especie de castigo bíblico por supuestos pecados consumidos por todos, por nuestra grandísima culpa?, ¿cómo disfrazar la naturaleza empobrecedora, explotadora y miserable del capitalismo en estos tiempos de pornografía financiera, si no es evocando ideales que están a años luz de la realidad que vivimos? Los que se enriquecieron vorazmente ahora pretenden doblar la apuesta y acallar la discusión más útil y necesaria en estos tiempos: la alternativa superadora del capitalismo.


Ante el avance insoslayable de la lucha de clases escuchamos viejas fórmulas narcotizantes del pensamiento crítico: lluvia de inversiones, derrame de riqueza, sinceramiento de la economía. La efectividad de tales discursos –como toda inversión que hace el burgués- no puede medirse sólo en función de la cantidad de cerebros que logren cautivar, sino en relación a los costos implicados, en los recursos ideológicos de los que echan mano, los dispositivos pedagógicos de los que se sirven para explicar lo inexplicable, para ordenar lógicamente unas causas y unas consecuencias que están a años luz de la realidad e incluso entre ellas mismas. Lo ridículo e insolente de la política burguesa tiene su origen en que la obscenidad capitalista es tan grande que los mejores paños con los que la intentan cubrir no pasan de ser los más íntimos, insuficientes, gastados e inverosímiles que les quedan.


Los mosquetes herrumbrados, herederos de la Revolución Francesa, están siendo cebados y disparados hoy por los máximos pervertidores de aquellos ideales dieciochescos contra los oprimidos del mundo. Ironía de la historia que los trabajadores estamos llamados a corregir. En un próximo artículo vamos a desarrollar lo que los revolucionarios consideramos la enorme responsabilidad de estar a la altura política de esta crisis, de desbaratar las mentiras históricas de los opresores, de construir la herramienta política que posibilite las transformaciones necesarias para que la humanidad pueda vislumbrar un futuro promisorio para las generaciones venideras.



*Militante del MST - Nueva Izquierda, Córdoba.

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