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El día que los Próceres, fueron aplastados por la Ballena de la despolitización


Muchos de nosotros escuchamos perplejos como Federico Sturzenegger, actual Presidente del Banco Central de la República Argentina, explicaba jocosamente ante un selecto auditorio de la Universidad de Columbia en Estados Unidos, las reglas básicas para debatir frente a un adversario altamente politizado e inmerso en un fuerte clima de campaña.


Si hay algo que quedó claro desde ese momento, es que si bien la política como concepto clásico es quiere ser evitado por los hombres públicos que se sumergen a conquistar el peligroso mar de la conducción de un país, se convierte en inevitable a la hora de cumplir su función en los sillones de la función pública.


En esas instancias, la política vuelve a ocupar del centro de la escena y cualquier decisión por mínima que sea, tiene repercusiones dentro de esta disciplina tan vapuleada por la opinión pública.


Esta semana la discusión aunque parezca secundaria para muchos no lo es. Al hacerse pública la inminente intención del Gobierno Nacional e incluso la filtración del ex Presidente del Banco Central Alejandro Vanoli sobre los modelos de impresión billetes, dejan en claro que muy pocas eran las diferencias a la hora de evaluar la situación inflacionaria y corregir el circulante monetario en el mercado argentino.


Es cierto que la inflación es cada vez mayor y por ende se necesitan unidades superiores a los $100 pesos para realizar las mismas operaciones. La diferencia de 10% del circulante en billetes de $50, complica los vueltos hasta del kiosco más chico de la ciudad sin mencionar por supuesto los tan codiciados billetes de dos, cinco o diez pesos que cada vez son menos visibles en el mercado.


Por otro lado el argumento en el que hubo clara coincidencia, es en la necesidad de disminuir los costos operativos y procurar en este contexto inflacionario, mayor valor monetario disminuyendo los billetes cada vez menos necesarios, sin la necesidad de que estos desparezcan.


Pero esto es sólo una parte de la discusión. La otra, viene acompañada de una gran carga simbólica donde cada vez es más común escuchar la palabra “conciliación”, “diálogo” o “disminuir la grieta”. Ahora bien, ¿la solución a estos conceptos es la desaparición de todo concepto asociado a la política y la discusión que se genera en torno a ella?

Ante esta situación, creo que la respuesta es lo contrario. La eliminación de toda discusión anula la búsqueda de consensos y funciona como una hábil herramienta de evasión con consecuencias a largo plazo.


A todos nos gustan las ballenas, la fauna autóctona o los jaguaretés. Eso es innegable. Pero a no todos les gusta la reconstrucción histórica que lleva a redefinir el rumbo de un estado que necesita definiciones claras, tan claras como las que necesita la población para tomar las decisiones económicas más importantes de su vida.


Para los amantes fieles de la economía, lo importante del billete es el valor. Para el ciudadano de la “conciliación” y “hartos de las discusiones”, los colores son agradables y los motivos interesantes. Pero para los amantes de la democracia, es un despropósito la argumentación de la evasión de la disputa sobre quiénes hubieran sido los elegidos para imprimirse en nuestras monedas, ya que el diálogo y los disensos son necesarios para la construcción de la nacionalidad.


La historiografía liberal clásica ya se encargó de eliminar de la educación primaria y secundaria los próceres que fueron fundamentales a la hora de definir el futuro de lo que hoy conocemos como nuestra Nación Argentina. El reconocimiento a la resistencia de Güemes en el Norte, la visión igualitaria de Artigas, la búsqueda de unidad de Urquiza, los avances laborales y democráticos de Yrigoyen, la profundización de los derechos laborales de Perón, la honestidad y previsión de Arturo Humberto Illia y las definiciones democráticas de Raúl Alfonsín, fueron avasalladas por el miedo a discutir y evitar el conflicto. Se vieron vencidas ante el avance de potentes Ballenas Francas y animales que caracterizan nuestro territorio. Como si hubieran sido estos inocentes seres vivos, los que pelearon día a día la batalla de sus vidas para forjar una República Soberana, Democrática y Federal.


Por ahora, Manuel Belgrano, San Martín, Rosas y Sarmiento sobreviven con cierta incertidumbre en el lugar de la simbología nacional. El nuevo Presidente del Banco Central, aquel que con orgullo repetía las reglas claras de la desideologización política, claro está, tiene otra visión sobre esta realidad.

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