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La racionalidad del Peronismo


En los últimos días un nuevo acontecimiento político ocupó la centralidad de los medios de comunicación y por qué no, de gran parte de la comunidad: la ruptura del FPV.


Algunos envalentonados por la reciente victoria del Frente Cambiemos, sostienen la ilusión de que el “peronismo racional” haya sido fruto de las brillantes operaciones políticas de la Casa Rosada. Otros un poco más realistas, entienden que las rupturas en el peronismo son comunes cuando se trata de replantear la estrategia para recuperar el poder nacional.


El alejamiento de Cristina de la escena política y los mínimos reductos todavía intactos del Kirchnerismo puro, se empiezan a dispersar dentro de la dirigencia y lo mantienen algunos jóvenes que quedaron sosteniendo con convencimiento sus ideas. Si bien los diputados que se fueron todavía no son muchos, la crítica al personalismo y la necesidad de reconocer la adaptación del Partido Justicialista a nuevos tiempos, es casi unánime. Es que en realidad, la cuestión de fondo en esta discusión, es si el peronismo como movimiento político, asumirá un rol de oposición para resquebrajar la gobernabilidad de Macri, o si se adaptará a las ética de la responsabilidad democrática respetando la decisión de la ciudadanía que hace poco, les dio la espalda en las elecciones presidenciales.


Se ha discutido mucho dentro de la militancia, incluso entre historiadores y politólogos sobre si el Peronismo tiene una raíz doctrinaria o una netamente pragmática. Sin lugar a dudas, si analizamos la herencia escrita por el Líder del Movimiento en “Manual de Conducción Política” o sus declaraciones a la prensa -cuando no estuvo proscripta-, podemos notar que la prioridad se focaliza en el fin de conseguir y conservar el poder como máxima expresión. Si hay un partido en la Argentina que entiende el Poder como ningún otro, es sin duda el Peronismo.


Estas características, son visibles históricamente cuando al mismisimo General no le tembló el pulso para impulsar la lucha armada de Montoneros para resistir la dictadura y luego descartarlos como sector interno para su tercer mandato. En aquel momento claro está, López Rega sonreía cínicamente y la derecha se apoderaba del Movimiento Justicialista. Esta vez, Era la voz del propio General el que despotricaba contra “imberbes” y “estúpidos” que gritaban consignas contra la burocracia sindical y la derecha en el gobierno.


Se suman además otras experiencias posteriores a la dictadura. Menem prometiendo la Revolución Productiva y olvidandose de la elección del pueblo, dió un giro inesperado hacia el neoliberalismo. O porque no también acordarse del propio Nestor Kirchner quien lo definió como uno de los mejores presidentes de la historia, para luego despegarse de los 90, como si su militancia hubiera renacido el 25 de Mayo del 2003.


Como podemos apreciar, el péndulo del Peronismo puede moverse para todos lados, derecha o izquierda según el gusto del lector. Si hay algo que caracteriza al Peronismo, es una intensa variedad ideológica que puede atraer tanto a conservadores como progresistas en el mismo lugar de militancia.


Esta raíz pragmática que impregnó al movimiento por voluntad de su creador, provoca una disciplina indiscutible de sus dirigentes cuando están en el gobierno, pero choques permanentes cuando se encuentran en la oposición. Ejemplo de esto lo dio en estos días el ex Director Ejecutivo de Anses, Diego Bossio, quién espero el retiro de Cristina para darse cuenta que en el FPV existía “verticalismo y agresión para oponerse por oponerse”.


Otros como Urtubey, se anticiparon un poco en los tiempos y ya en plena candidatura de Daniel Scioli, criticaba abiertamente la forma de hacer política del Kirchnerismo. Pero ejemplos como los nombrados, hay en cantidades. Todos disciplinados en el gobierno y rebeldes cuando perdieron sus cajas de reparto.


Lo cierto es que las internas del Partido Justicialista mantienen expectante a un gran número de la población. Tanto es así que tres generaciones observan con anhelo los avances que puedan surgir de este proceso.


Una de ellas, es la generación que vio como la CGT movilizó 13 paros generales a Alfonsín para que tras su muerte, Saúl Ubaldini mostrara su arrepentimiento mientras en un claro contraste, el accionar de la CGT bajo el Gobierno de Carlos Saúl Menem se mantuvo hasta el final de sus días, un silencio que lo convirtió en cómplice de uno de los procesos de pobreza y endeudamiento más grande de la República Argentina.


Otra porción de la población, tiene fresco el recuerdo del inicio de las protestas y saqueos en la Provincia de Buenos Aires donde no faltaban los handys ni connivencia con la Policía de la provincia bajo el mando de Duhalde, para que el vaciamiento de supermercados por doquier se realizara bajo la ausencia de cualquier protección exigida por las normas que rigen a las fuerzas de seguridad. Este argumento, no anula por supuesto ni justifica de ninguna manera el accionar de un gobierno que no supo manejar la economía y que profundizó el desempleo y la pobreza estructural en nuestro país.


Pero quizás el impacto de esta interna, tendrá un impacto más interesante en la población joven, una generación que recuerda poco y nada los procesos de transición poscrisis del 2001 y que crecieron bajo 12 años Kirchnerismo con innegables avances pero también con profundos retrocesos.


En el plano institucional, el mandato de Cristina Fernandez de Kirchner, fue la afirmación de un hiperpresidencialismo como nunca se había visto desde 1983. Esta forma de manejar el gobierno, ahogó a más del 50% de la población que decidió buscar una opción más inestable desde la perspectiva política, pero con un discurso más republicano y democrático aunque en la práctica todavía no se pueda verificar con certeza.


Tanto impregnó este golpe en el peronismo, que ante la consolidación y apoyo que Macri y Vidal sostienen por diversos motivos, entendieron que para recuperar el poder tienen que convertirse en una alternativa democrática y republicana que comience a construirse desde una oposición sana.


Este cambio de actitud lleva al PJ a tres tipos de acciones que significan un avance histórico en la construcción de la nacionalidad en todo sentido. La primera es volver a convocar a elecciones internas después de 28 años de ausencia de ellas. Esto tiene una significación democrática puertas afuera del Justicialismo, donde la sociedad percibirá que la elección de sus figuras, ya no serán elegidas a dedo ni por voluntad de un Presidente, sino por la elección de sus afiliados. La segunda, es la aceptación de un acompañamiento democrático a quien gobierna sin que esto signifique perder sus banderas históricas, ni rechazar lo que consideren necesario dentro del marco del respeto a la voluntad popular que eligió al nuevo gobierno. El ultimo avance, es que ante la aceptación de la segunda opción, cerraron una deuda histórica con la democracia argentina: la de reconocer implicitamente que más de una vez, actuaron bajo las sombras para que algunos gobiernos democráticos no sólo carecieran de gobernabilidad, sino que operaron para su derrocamiento.


En este sentido, la racionalidad del peronismo en la oposición siempre les indicó el camino de las acciones para desgastar al gobierno elegido y constituirse en opción automática aunque esto signifique la caida de un gobierno. Si esta vez la crisis tuvo el impacto que parece dentro del PJ, esperemos cambien la base ética de su racionalidad o que en todo caso, actúen irracionalmente con sus sentimientos históricos.



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